Las obsidianas de Murillo para Justino de Neve: tres «espejos humeantes» aztecas reutilizados
Fig. 1 Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682) Natividad, ca. 1665-1670, óleo sobre obsidiana, 38,1 x 34 cm, Museum of Fine Arts, Houston. Créditos de la imagen: dominio público.
Contribución en actividades de investigación de Francisco José Martínez Martínez
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| Los tres óleos sobre obsidiana pintados por Murillo para el canónigo sevillano Justino de Neve entre 1665 y 1670, La oración en el huerto (Fig. 2) la Natividad (Fig. 1) y San Pedro ante Cristo en la columna, han sido objeto de múltiples especulaciones en las últimas décadas a partir del esclarecimiento de la materialidad de sus soportes y sus orígenes mexicanos precolombinos. Entre las hipótesis elevadas en torno a ellas tuvieron especial resonancia aquellas que defendían que su reutilización como soportes para pinturas devocionales habría estado motivada por una voluntad de cristianizar una serie de objetos vinculados a un culto pagano prehispánico, con cualidades apotropaicas.
En refuerzo de esta teoría estaban tanto la confirmación del origen mexicano de las obsidianas mediante el empleo de un láser PIXE como el descubrimiento de una Oración en el huerto pintada sobre un espejo de obsidiana vinculado a la deidad azteca Tezcatlipoca, hoy en el Museo Soumaya de Ciudad de México. No obstante, múltiples autores como Meslay, Jordan o Cenalmor Bruquetas desdijeron dichas interpretaciones amparados en argumentos tales como que, para las fechas en que fueron pintadas, hacía tiempo que los territorios del Virreinato de Nueva España ya habían sido evangelizados tiempo atrás y que los usos prehispánicos de las obsidianas vinculados a rituales religiosos hacía tiempo que se habrían olvidado, resolviendo así que el empleo de estos soportes respondía, por un lado, a su coloración oscura (idónea para generar fondos oscuros y contrastantes) y por otro lado, a una tendencia del coleccionismo aristocrática existente desde el siglo XVI consistente en el atesoramiento de pinturas sobre soportes pétreos de alto valor, conocidas como pinturas de gabinete. Sin embargo, esta adscripción a una tendencia coleccionista no termina de resolver la singularidad de las pinturas y sus soportes, pues, como afirma Benito Navarrete, tanto la cualidad reflectante de estos materiales (usados durante largo tiempo como espejos) como sus orígenes aztecas son aspectos que no debe ser obviados si se desea tener conocimiento de los usos y funciones culturales y cultuales de las piezas. Así, tanto la tesis sobre el conocimiento de Justino de Neve y Murillo de los orígenes de los soportes como la de su utilización por sus cualidades ópticas reflectantes están aún por esclarecer, confirmar o desmentir de forma definitiva. Atendiendo específicamente a la cuestión del origen y usos aztecas de las obsidianas y su conocimiento en fechas próximas a las de la realización de las pinturas (1665-1670) emergen un conjunto de fuentes literarias (tanto manuscritas como impresas y largamente difundidas) que revelan el profundo conocimiento que se tenía en ámbito hispánico y occidental de estos objetos ya desde el siglo XVI y aún durante el siglo XVII. Ejemplo de ello son un conjunto de obras del siglo XVI encabezado por la Historia General de las Cosas de Nueva España de Bernardino de Sahagún (1540-1577, inédita hasta el siglo XIX) seguido de la Relación de ceremonias y ritos y población y gobernación de los indios de la provincia de Michoacán de Jerónimo de Alcalá (1540, inédita hasta el siglo XIX) del Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus sev Plantarum Animalium Mineralim Mexicanorum de Francisco Hernández (publicada en Roma en 1651) y de la Historia Natural y Moral de las Indias de José de Acost (impresa en Sevilla en 1590). Ya en el siglo XVII se escriben y publican el Tratado de las supersticiones y costumbres gentílicas que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España de Hernando Ruiz de Alarcón (ca. 1624, inédita); el Tratado de las supersticiones, idolatrías, hechicerías, ritos y otras costumbres gentílicas de las razas aborígenes de México de Jacinto de la Serna (1656, inédito hasta el siglo XIX) y la Curiosa filosofía y tesoro de maravillas de la Naturaleza examinada en varias cuestiones naturales (publicada en Madrid por primera vez en 1633 y reeditada en numerosas ocasiones) del jesuita José Eusebio Nieremberg. Todas ellas emergen como obras especialmente relevantes al caso por detallar desde el siglo XVI las diferentes atribuciones curativas, medicinales y religiosas de los “espejos humeantes” de obsidiana en el mundo mexica. Existe, además, un inventario de la biblioteca de Justino de Neve (primer propietario y comitente de las tres pinturas de Murillo) donde figuran varias entradas con “obras” de José Eusebio Nieremberg entre las que, presumiblemente, estaría la Curiosa filosofía (que había sido una de sus obras más notables y divulgadas) que se sumaban a otros muchos tratados sobre historia natural e historia de las indias presentes en la colección del canónigo sevillano, testimonios, todos ellos, de los intereses y conocimientos del mismo al respecto del Nuevo Mundo y su cultura material y religiosa. Sin embargo, es precisamente en la familia de Neve donde se encuentran las pruebas definitivas que, sumadas a las fuentes literarias, confirmarían el conocimiento del canónigo de las atribuciones precolombinas de los “espejos humeantes” de obsidiana. Miguel de Neve, abuelo de Justino de Neve y padre de Juan y Miguel (padre y tío, a su vez, del canónigo) habría iniciado en el siglo XVI un negocio de comercio e importación de materias primas como la plata que floreció hasta figurar como los principales comerciantes de plata a principios del siglo XVII. Como parte del negocio, Juan y Miguel de Neve habrían residido en el Virreinato de Nueva España entre 1596 y al menos 1618, momento en que se escribieron varios de los tratados anteriormente relacionados y momento en que, presumiblemente, las obsidianas habrían entrado en posesión de la familia. La certeza de que las obsidianas fueron adquiridas entonces la da el inventario de bienes testamentarios de la prima de Justino de Neve, Luisa Francisca (hija de Miguel) donde se detallan entre sus posesiones dos pinturas de Murillo realizadas sobre «espejos” que habían sido “parte de su dote de agosto de 1641”, lo que implica que pertenecían al conjunto de bienes aportado al matrimonio por su padre, quien, además, había quedado como administrador de los bienes y familia de Justino de Neve tras la muerte de su padre Juan. Así, los análisis científicos de las obsidianas que certificaron su origen mexicano y la pintura del museo Soumaya, sumados a la multitud de tratados donde aparecían descritas las funciones y atribuciones de los espejos de obsidiana en ámbito mexica prehispánico, a las estrechas relaciones mercantiles de la familia Neve (continuada por Justino a la muerte de su tío Miguel) y a las evidencias de que las obsidianas de Justino y Luisa Francisca formaban parte de una herencia familiar, hacen resurgir de forma contundente la teoría de que, efectivamente, Neve tenían conocimiento sobre la naturaleza y singularidad de las piezas, y que, con su reutilización con fines devocionales, buscaba sacralizarlas y resignificarlas. Por tanto, esta información habría tenido un papel determinante en su elección como soportes para ser pintados por Murillo, además de por su coloración, su carácter reflectante y su exotismo, por su carácter apotropaico y sus atribuciones religiosas en el mundo azteca. Para saber más:
Cómo citar: Francisco José Martínez Martínez, «Las obsidianas de Murillo para Justino de Neve: tres «espejos humeantes» aztecas reutilizados», Iconoteca CIRIMA: Circulación de la imagen en la geografía artística del mundo hispánico en la Edad Moderna, 2025. Consultado el FECHA. URL: https://cirima.web.uah.es/icono/las-obsidianas-de-murillo-para-justino-de-neve-tres-espejos-humeantes-aztecas-reutilizados/
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