Las obsidianas de Murillo para Justino de Neve: tres espejos con pinturas devocionales como metáforas del alma
Fig. 1 Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682) San Pedro ante Cristo en la columna, ca. 1665-1670, óleo sobre obsidiana, 33,7 x 30,7 cm, Musée du Louvre, París. Créditos de la imagen: 2023, Grand Palais (Musée du Louvre) / Adrien Didieriean
Contribución en actividades de investigación de Francisco José Martínez Martínez
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Los tres óleos sobre obsidiana pintados por Murillo para el canónigo sevillano Justino de Neve entre 1665 y 1670, La oración en el huerto, la Natividad y San Pedro ante Cristo en la columna (FIg.1) han sido objeto de múltiples especulaciones en las últimas décadas a partir del esclarecimiento de la materialidad de sus soportes y sus orígenes mexicanos precolombinos. Entre las hipótesis elevadas en torno a ellas tuvieron especial resonancia aquellas que defendían que su reutilización como soportes para pinturas devocionales habría estado motivada por una voluntad de Neve de cristianizar
una serie de objetos vinculados a un culto pagano prehispánico con cualidades apotropaicas, conocidos en su contexto original como “espejos humeantes” por su coloración oscura y su carácter reflectante.
La mención a las tres pinturas como “láminas de piedra” en los inventarios de bienes del canónigo hizo que múltiples autores como Meslay, Jordan o Zevallos las consideraran como meros soportes pétreos exóticos (y no como espejos) adscritos, consecuentemente, al género de la pintura de gabinete, una tendencia coleccionista aristocrática imperante desde el siglo XVI. Además, justificaron el que Murillo no hubiera pintado en su totalidad las obsidianas como un reaprovechamiento formal de su coloración oscura para generar un fondo oscuro que recortase las figuras hacia el primer plano y dotase a las escenas de un ambiente nocturno.
Sin embargo, más allá de la cuestión del conocimiento acerca de los orígenes y atribuciones religiosas prehispánicas de las obsidianas por parte de Justino de Neve y Murillo, el carácter reflectante de las obsidianas no debe obviarse ni menospreciarse bajo su consideración como meros soportes pétreos, precisamente por el hecho de que Murillo los dejase sin pintar y por su propia condición especular.
Si bien es cierto que en los inventarios del canónigo las pinturas nunca fueron descritas como “espejos”, en el testamento de su prima, Luisa Francisca de Neve, sí figuraban otras dos pinturas de Murillo sobre obsidiana -una Concepción y un Ecce Homo- calificadas como tal. Además, en la religión
cristiana existía una larga tradición del espejo como metáfora del alma, de la visión de Dios y del autoconocimiento y autorreflexión sobre el pecado que se remontaba al Antiguo Testamento y que tuvo especial desarrollo a través de San Pablo y San Agustín. Así, ahondando en la hipótesis de la reutilización de las obsidianas como pinturas devocionales por su condición especular (y no sólo por su condición de piedras oscuras) y profundizando en las posibles implicaciones que la metáfora del espejo paulino y agustiniano pudieron tener en la configuración de estas singulares pinturas
devocionales, conviene acudir a la biblioteca de Justino de Neve, poblada de tratados de ascética y espiritualidad derivados directamente de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola y su exitosa propuesta de imaginar composiciones de lugar.
Entre los títulos de esta índole atesorados por Neve destacan la Introducción a la vida devota de San Francisco de Sales (1602); los Ejercicios espirituales de las excelencias, provecho y necesidad de la oración mental de Antonio de Molina (1608); la Orden de la vida para la eterna vida y nuevo arte de servir a Dios de Alonso de Andrade (1660); la Doctrina cristiana de Luis de Granada (1587) y la Práctica de la Teología Mística de Miguel Godínez (escrita en 1634 y publicada en 1681). Con el objetivo compartido de guiar a los fieles hacia la contemplación de Dios, este conjunto de textos invita a la oración interior, la contemplación y la meditación en torno a la vida de Cristo (especialmente los episodios de la Pasión) del devoto a través del recurso a las composiciones de lugar ignacianas y, en todos ellos, la metáfora del espejo en clave paulina y agustiniana hace aparición de forma resonante y reiterativa. De todos ellos, destaca especialmente el caso de la Práctica de la Teología Mística de Miguel Godínez por su tardía fecha de publicación en 1681 (posterior a la datación de las pinturas entre 1665 y 1670) y por su explícita y particular alusión a la metáfora del espejo en combinación con las imágenes de la vida de Cristo. Dice Godínez que:
“Como hay algunos espejos que, con una secreta cualidad que tienen, representan los rostros de otra manera de lo que son […] hay algunas especies intencionales abstractivas que nos representan esta Humanidad de otra manera de lo que ahora está; y así, a veces se nos presenta como Niño siendo
Hombre grande, y siendo ahora glorioso nos lo representan doloroso en la columna o en la cruz, o en otro acto de la pasión. Esto no denota la mudanza que hay en el objeto, sino en las especies abstractivas, que son como los espejos […] representan […] de modo diferente a lo que en sí son […] para avivar en nosotros afectos de las virtudes morales […] cuya imitación se halla en la vida, niñez, pasión y muerte del Salvador”.
La proximidad en la forma de describir esos espejos que alteran el reflejo con las impresiones recogidas por Bernardino de Sahagún en el siglo XVI acerca de las cualidades reflectantes de los espejos humeantes aztecas no deja de ser significativa. Sin embargo, es la explícita alusión a
episodios de la Pasión como el de la flagelación de Cristo en la columna o la niñez de Cristo en combinación con esta mutabilidad de la apariencia en los espejos lo que podría haber servido a Neve como inspiración para encargar a Murillo estas singulares pinturas devocionales en un intento de
materializar esta metáfora en una serie de objetos destinados a su práctica devocional diaria (y complementarios a estos tratados de espiritualidad).
Cabe puntualizar que, si bien es cierto que la obra de Godínez no llegó a publicarse hasta 1681 (un año antes de la muerte de Murillo y al menos diez años después de la fecha de realización establecida para las obsidianas) las características estrictamente formales que llevaron a datar las tres pinturas
entre 1665 y 1670 permiten, igualmente, retrasar su datación a 1681-1682. Como afirmaba William B. Jordan, la particularidad del soporte pétreo habría condicionado la actitud pictórica de Murillo a la hora de afrontar la composición; así, Murillo debió proceder como un “miniaturista”, conteniendo la pincelada y los contornos, lo que alejaría así la factura de las tres pinturas de las características generales del período o estilo “vaporoso” del final de su vida, permitiendo así plantear firmemente la hipótesis de la relación directa con la Práctica de la Teología Mística de Miguel Godínez y su tardía realización entre 1681 y 1682.
En conclusión, teniendo en cuenta las implicaciones que el juego óptico tuvo en el arte del Barroco y que el espejo en el siglo XVII en tanto instrumento para el conocimiento (con casos concretos como la Tabula Scalata de Mario Bettini) parecería factible considerar que Neve buscaba verse reflejado en
estos espejos de obsidiana al tiempo que veía las imágenes de la vida de Cristo como si de composiciones de lugar se tratase (Fig. 2). Así, resultaría una suerte de desdoblamiento icónico semejante al que se produce en la pintura de visión mística (de la cual el catálogo de Murillo tiene
numerosos y excelentes ejemplares) o en retratos con proyecciones de imágenes mentales ignacianas como los realizados por Giovanni Battista Moroni. Y es que si algo caracterizó la pintura religiosa de Murillo fue, precisamente, su capacidad para adaptarse a las necesidades de su público y sus comitentes, quienes buscaban (en este caso literalmente) verse reflejados en las imágenes de la divinidad.
Para saber más:
- Baltrusaitis, Jurgis. El espejo: ensayo sobre una leyenda científica. Revelaciones, ciencia-
ficción y falacias. Madrid: Miraguano Ediciones, 1978. - Cenalmor Bruquetas, Elena. “Cristo atado a la columna con San Pedro”; “Natividad”; “Oración
en el huerto” en Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad, catálogo de exposición,
editado por Gabriele Finaldi, 130-135. Madrid: Museo Nacional del Prado, 2012. - Cherry, Peter. “Palabras y obras pías: la biblioteca del canónigo Justino de Neve” en Poder y
saber, bibliotecas y bibliofilia en la época del Conde-duque de Olivares, dirigido por O. Noble
Wood; J. Roe; J. Lawrence, 385-412. Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, 2011. - Godínez, Miguel. Práctica de la teología mística. Madrid: Saturnino Calleja, 1908
- Navarrete Prieto, Benito. Murillo y las metáforas de la imagen, Madrid, Cátedra, 2017.
- Zeballos, Duffy. “Murillo’s Devotional Paintings and the Late Baroque Culture of Prayer in
Seville”. Tesis doctoral: Princeton University, 2007.
Cómo citar:
Francisco José Martínez Martínez, «Las obsidianas de Murillo para Justino de Neve: tres espejos con pinturas devocionales como metáforas del alma», Iconoteca CIRIMA: Circulación de la imagen en la geografía artística del mundo hispánico en la Edad Moderna, 2025. Consultado el FECHA. URL: https://cirima.web.uah.es/icono/las-obsidianas-de-murillo-para-justino-de-neve-tres-espejos-con-pinturas-devocionales-como-metaforas-del-alma/